OFB y Andrés Felipe Jaime: obras de Stravinsky y Haydn

 

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

Director: Andrés Felipe Jaime, Colombia

 

Auditorio León de Greiff

Viernes 7 de febrero de 2019, 19:00

Sábado 8 de febrero de 2019, 16:00

 

Igor Stravinsky (Rusia, 1882 – Estados Unidos, 1971)

Concierto para orquesta en mi bemol, Dumbarton Oaks (1937-38)

I. Tempo giusto – II. Allegretto – III. Con moto

 

Joseph Haydn (Austria, 1732 – 1809)

Sinfonía No. 104 en re mayor, Londres, Hob. I:104 (1795)

I. Adagio — Allegro

II. Andante

III. Minuet. Allegro – Trio

IV. Finale. Spiritoso

 

Joseph Haydn

Obertura de La isla desierta, Hob. XXXVIII:9 (1779, rev 1802)

Sinfonía. Largo – Vivace

 

Igor Stravinsky

Pulcinella, suite para orquesta (1919-20, rev 1949)

  1. Sinfonia (Obertura)
  2. Serenata
  3. Scherzino – Allegro – Andantino
  4. Tarantella
  5. Toccata
  6. Gavotta con due variazioni
  7. Duetto
  8. Minuetto e Finale

 

Pulcinella es de 1920 y el breve concierto para orquesta Dumbarton Oaks, de 1938. A pesar del tiempo entre ambas composiciones de Stravinsky, se hallan dentro de una misma vena: son distintas a los ballets del Pájaro de fuego y la Consagración, y próximas a los modelos barrocos de los que partieron ambas piezas. Los estudiosos de la obra de Stravinsky solían referirse a unos «estilos» o periodos que caracterizaban su obra. Al primero, dentro del que están sus famosos ballets de juventud le llamaban «primitivo», seguido de uno «neoclásico» y otro «serialista». Esas denominaciones buscaban facilitar la comprensión de sus obras mientras todavía parecían contemporáneas, simplificaban el entendimiento de esa compleja producción. Historiadores especializados como Richard Taruskin rechazan esos llamados «estilos», y traen a consideración elementos adicionales. Pulcinella no encaja dentro del llamado neoclasicismo porque le antecede y por la relación entre el compositor, el empresario de los Ballets Russes, Serge Diaghilev, el coreógrafo y los decoradores. Stravinsky habitualmente se involucró al punto de ser un integrante del equipo de producción con influencia sobre todos los aspectos, al punto ideal de que la composición antecedía o por lo menos corría pareja con los demás elementos. En Pulcinella la situación fue distinta y anómala, como lo precisa Taruskin: la música para este ballet es un arreglo libre e imaginativo pero no una creación de Stravinsky, sin negar que posee su propia entidad en una cuidadosa relación entre texturas, dinámicas, tonalidades y colores instrumentales. Correspondencia de 1919 entre el director Ernest Ansermet y Stravinsky menciona que entre el empresario y el coreógrafo Léonide Massine estaban planeando un ballet Pergolesi-Picasso y que el compositor sería Manuel de Falla. Esto implicaba arreglar la música de Pergolesi, del barroco tardío, que Diaghilev había conseguido en Nápoles y Roma, para unas coreografías basadas en manuales de danza de los 1700 que el empresario adquirió en subasta para su coreógrafo, con el fondo de unos decorados elaborados por alguno de los pintores famosos con los que trabajaba la compañía. A última hora, con la coreografía diseñada, cuando ya sólo faltaba la música, se le solicitó a Stravinsky que la proveyera velozmente. Es tan poco lo que hay del compositor ruso en la suite del ballet, que los carteles para el estreno ofrecieron para esa función del 18 de mayo de 1920 en la Ópera de París a «Pulcinella. Música de Pergolesi, arreglada y orquestada por Igor Stravinsky». La base de partida son piezas de Pergolesi y otros compositores barrocos con una mano de Stravinsky que se siente poco. De los dieciocho números que integraban la suite original para el ballet, años más tarde, el compositor hizo una reducción a nueve fragmentos que integran la breve suite instrumental con algunos acentos más propios, pero como un producto derivado de música preexistente.

 

El concierto para orquesta Dumbarton Oaks fue el encargo que cumplió Stravinsky para el acaudalado diplomático Robert Wood Bliss y su esposa Mildred, quienes solicitaron una obra de cámara apropiada para hacer en la sala de música de su mansión en Washington, D.C. en celebración de sus treinta años de matrimonio. La obra es un nuevo derivado del barroco, menos evidente, con fuertes influencias magníficamente camufladas, del Concierto brandemburgués No. 3 de Bach. La pieza se estrenó, dirigida por Nadia Boulanger, la famosa pedagoga que había facilitado el encargo, en la mansión llamada Dumbarton Oaks. Stravinsky estaba en Suiza, preocupado por la salud de su familia de la que a la postre no sobrevivieron su hija mayor y su primera esposa. El compositor dirigió el estreno europeo en Suiza y poco después logró trasladarse a los Estados Unidos en donde más tarde la dirigió mientras conseguía escapar a los horrores de la guerra y a la repulsión que los nazis sentían por su obra.

 

Dos décadas separan a la Sinfonía No. 104 de Haydn de la obertura de su ópera La isla deshabitada, así que ubicar las dos en un mismo programa ofrece una comparación afortunada. La obertura pertenece a una de aquellas piezas de teatro musical que la sobresaliente familia Esteházy encargaba al compositor para el entretenimiento habitual en los salones del palacio, obras elegantes que no necesitaban del aplauso de un público que les diera larga vida en temporadas con repeticiones, como sucedía en los teatros imperiales en Viena o como ocurrió con los dos últimos grandes éxitos de Mozart de ese género. La obertura está estructurada como si fuera una sinfonía compacta de movimientos continuos. En contraposición, la última sinfonía que escribió Haydn, la final en el grupo de doce que compuso en Londres, está poblada de los elementos que hicieron que, a finales del siglo XIX, se redescubrieran los méritos en las obras de Haydn, quien fue echado al olvido durante buena parte del siglo XIX, justo después de su muerte. A pesar de que los románticos europeos tildaron la obra de Haydn de excesivamente racional y fría, lo cierto es que en esta sinfonía, más que en otras, resaltan su buen humor, la capacidad de hacer bromas musicales y una disposición para la sorpresa y la conmoción con elementos que rompen el pulso rítmico claro y sostenido mediante el recurso a lo inesperado. La 104 podría ser la sinfonía más cercana al romanticismo germano de todas las de su autor y de la que su falta de aprecio privó a los románticos de un disfrute y enseñanzas con las que habría salido ganando.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co