Como era en un principio: barroco mestizo

 

Como era en un principio, Colombia
Directora y voz: Ana María Fonseca, Colombia

 

Teatro Estudio

Martes 19 de abril de 2016, 20:00

 

El proyecto Como era en un principio se formó en el año 2009 en Bogotá, Colombia de la unión de Musicantes, grupo de música antigua, y músicos del ensamble Sinsonte, agrupación que trabaja sobre el desarrollo de las músicas colombianas. La comunión de músicos de lenguajes y pensamientos diferentes interpretando la música de nuestro pasado ha permitido establecer puentes entre España y Latinoamérica, el hombre barroco y el contemporáneo, la historia, la academia, la herencia y la tradición partiendo primero de la interpretación de las fuentes históricas (música escrita) para especular luego, desde nuestra época y con nuestra herencia.

El repertorio de este concierto barroco mestizo propone ese juego entre las culturas española, indígena y africana que está muy presente en nuestras músicas tradicionales. Música barroca que es parte viva y auténtica de nuestra historia.

Como era en un principio fue ganador del concurso Ciclo de conciertos, Música Académica – Música de Cámara organizado por la Orquesta Filarmónica de Bogotá en 2009. Fue la agrupación invitada para inaugurar el Festival Internacional de Música De Manizales (Colombia), en agosto de 2009. En 2010 participó en el VIII Festival de música antigua de la Universidad Católica del Perú, así como en el VIII Encuentro Internacional de Guitarra Compensar, en Bogotá. En abril de 2011 fue invitada para representar a Colombia en la temporada Música antigua, sacra y virreinal del Teatro Mayor en Bogotá.

 

Ana María Fonseca – Directora y voz

Pianista, clavecinista y cantante colombiana. Como continuista ha participado en varios montajes bajo la dirección de los maestros Julián Lombana, Alejandro Zuleta y Álvaro Huertas. Participó durante varios años en el programa Música Antigua para Nuestro Tiempo del Banco de la República en asocio con la Schola Cantorum Basiliensis.

En 2007 fue invitada a Venezuela por la Camerata de Caracas, donde participó como continuista en L’Orfeo de Monteverdi y clavecinista por la Orquesta Virtuosi de Caracas. Ha colaborado con el Festival de Música de Cartagena desde su primera versión. En 2008 fue invitada por el maestro Charles Wadsworth a presentarse como continuista al lado de la Orquesta I Musici de Montreal.

Las notas de la suite llenan el espacio del foso y llegan hasta los presentes que cabalgan entre uno y otro acorde. En el escenario, los músicos concentrados leen las notas que han interpretado una y otra vez, son conducidos por el director que a su vez sigue las partituras como una guía indispensable para no fallar ni un silencio ni una nota, ni en el tempo, ni en los compases. Era el primer Cartagena Festival Internacional de Música y la escena se repitió durante cuatro noches en distintos escenarios.

Ahí, silenciosa, tranquila y atenta a cada momento musical estaba ella, Ana María Fonseca. Una joven pianista bogotana cuya misión -aparentemente aburrida a los ojos de cualquier asistente poco experto- era pasar las páginas de las partituras para el director Charles Wadsworth, conductor de la orquesta canadiense I Musici. Noche tras noche Ana María con su mirada reposada servía de lazarillo para el director. Un año más tarde, no cabía duda, sería una vez más la elegida para la difícil tarea. Pasar las páginas no es un algo irrelevante. Es necesario que quien lo hace sepa leer música, que no se pierda y que no se haga sentir, como una presencia invisible. Su profesora Sandra Meluk, directora ejecutiva del festival, había acertado con esta joven de 21 años y el señor Wadsworth la solicitaba de nuevo, «Ellos dicen que soy muy tranquila y que esa tranquilidad la transmito a los músicos. La verdad es que estoy parada, pero me meto en la música y lo disfruto mucho».

Ese segundo año, en uno de sus ratos libres, Ana María encontró un piano y decidió ejercitarse un poco. Acababa de llegar de Caracas, en donde había estudiado con la maestra Isabel Palacios y el clavecinista Rubén Guzmán de Camerata de Caracas. La esposa de Wadsworth la escuchó y pidió a su marido que la oyera interpretar el instrumento.

Dos noches más tarde, Ana María haría parte de la orquesta, ya no leyendo la música en silencio sino interpretando el clavecín. Se presentó como continuista en el doble concierto para violín de Bach al lado de la Orquesta I Musici de Montreal. Esta sería la segunda vez que la música le daría un gran giro a su vida. La primera fue en 2003. Ya Ana María, hija de un músico aficionado, hacía parte del coro La Escala, estudiaba seriamente el piano y tenía claro que su vida estaba entre Beethoven y Mendelssohn.

 

«Ese año -cuenta desde Montreal donde hace sus estudios de clavecín- se inició el programa Música antigua para nuestro tiempo de la Biblioteca Luis Ángel Arango y la Schola Cantorum Basiliensis hizo unos talleres de música barroca. En ese momento sentí como si esa música me perteneciera desde siempre. Como si estuviera impresa en mi memoria genética».

 

Tras haber tenido una especie de epifanía con la música antigua, a los 19 años se dedicó a estudiar el instrumento que le permitiría tocar y en un futuro dirigir música sacra. «La razón principal para acercarme al clavecín es que no hay casi repertorio barroco para piano. La música antigua está escrita para clavecín”.»

La cercanía con el festival de música de Cartagena, con su director y con la orquesta I Musici le abrió muchas puertas. A mediados de este año estuvo en el festival Spoleto USA en Charleston, Carolina del Sur, una vez más como pasadora de páginas; y este año fue invitada a Cartagena al Festival Internacional de Música como solista. Ahora se prepara en la fría Montreal para hacer audiciones en Estados Unidos y Europa, donde aspira hacer la maestría en clavecín.

 

«Mi sueño sería tocar con Fabio Biondi o con Jordi Savall. Estuve en sus conciertos en Bogotá y una vez más sentí que esa música me pertenecía más que ninguna otra», afirma Fonseca.

 

Juan Camilo Araoz – Guitarra Barroca

Guitarrista Colombiano egresado de la carrera de estudios musicales de la Pontificia Universidad Javeriana bajo la guía de Sonia Díaz. Su interés por la música antigua lo condujo en 2007 al estudio de instrumentos antiguos de cuerda pulsada, laúd y guitarra barroca a través de talleres y clases con los maestros Rubén Riera, Danielle Caminiti, Julián Navarro, Diego Salamanca, Hopkinson Smith y Eugène Ferré. El proyecto Música antigua para nuestro tiempo le permitió descubrir la fuerza y la riqueza de los repertorios anteriores al siglo XIX, por lo que en 2007 decide consagrarse a la interpretación de instrumentos históricos de cuerda pulsada (laúd, tiorba, guitarra barroca).

Ha participado en los años 2005, 2007 y 2008 en el proyecto Música antigua para Nuestro Tiempo, con la Schola Cantorum Basiliensis. En 2007 fundó junto a la cantante y clavecinista Ana María Fonseca la agrupación Musicantes, dedicada a la interpretación del repertorio barroco y renacentista. Por otra parte, desde el año 2002 es integrante de Tekeyé grupo de percusión de alto impacto. En 2008 emprendió con Tekeyé y la fundación Bellaflor el proyecto Ritmos del sur, con niños del barrio Paraíso, en Ciudad Bolívar. Actualmente se encuentra haciendo estudios de Música Antigua (Laúd) en el Conservatorio Nacional Superior de Música de Lyon, Francia.

En 2009 junto a Ana María Fonseca y músicos del ensamble Sinsonte el proyecto Como era en un principio. En el mismo año viaja a Francia para hacer estudios de laúd en el CNSMD de Lyon con Eugène Ferré y posteriormente en Master con Rolf Lislevand. Ha tocado con agrupaciones como el Ensemble Correspondances (Sebastien Daucé), L’Academie du concert de Lyon (Fréderic Mourguiart) y en proyectos bajo la dirección de Hervé Niquet, Patrick Ayrton, Olivier Schnebeli y Réné Jacobs, entre otros. Las ganas de conocer más lenguajes musicales le han permitido acercarse a otros horizontes como la percusión urbana, la música infantil, la música popular de diferentes lugares de Latinoamérica y la música contemporánea. Sus proyectos han sido apoyados en 2012 y 2013 por el Mécénat Musical Société Générale.

 

Juan Miguel Sossa – Bandola

Intérprete y compositor colombiano. Fundador e integrante de Ensamble Sinsonte, agrupación de la cual es guitarrista, bandolista, compositor y arreglista desde el 2001. Con esta agrupación ha sido ganador del XIX Festival Hatoviejo Cotrafa en Bello, Antioquia y del primer Festival BAT de nuevas músicas colombianas. Este ensamble ha realizado innumerables presentaciones a lo largo y ancho del país de las cuales se destacan la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, el Teatro Heredia de Cartagena y el Teatro Metropolitano de Medellín. Cabe resaltar que el Ensamble Sinsonte ha participado en calidad de invitado especial en el Hay Festival de Cartagena; el Festival Mono Núñez en Ginebra, Valle; el Festival Cortiple; la Feria de las Flores y el Festival Antioquia le canta a Colombia de Medellín en 2006; el Festivalito Ruitoqueño en Bucaramanga en 2007 y el III Festival Internacional de música de Cartagena en 2009.

En 2008 tuvo la oportunidad de integrar el cuarteto de guitarras Gentil Montaña de Colombia con el fin de ejecutar un recital en la ciudad de Nueva York en el marco de la semana de la guitarra en el Mannes College of Music, evento en el cual el cuarteto actuó como agrupación invitada. En el 2007 participó en el concurso y la convención anual realizada en la ciudad de Los Ángeles del Guitar Fundation of America de la cual es miembro. Así mismo realizó junto con al Ballet Folclórico Colombiano una gira concertada por Bélgica y Francia en el 2004; participó en el Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña realizado en Paipa (Boyacá) en el 2001, en el Festival Folkloreade 2000 que tuvo lugar en Enshede (Holanda) y en el Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña realizado en Córdoba (Argentina) en 1999.

 

Juan Carlos Contreras – Cuatro

Intérprete con veinte años de experiencia y trayectoria en el ámbito artístico como solista de cuatro, bandola y compositor, ha tenido importantes y destacadas participaciones en concursos y eventos socioculturales en Colombia, Inglaterra, Egipto, Hungría, México y Venezuela.

Ha obtenido importantes reconocimientos en torneos, encuentros, muestras y festivales nacionales e internacionales, así como presentaciones en escenarios públicos y privados de gran importancia para el medio folclórico y cultural. Participante en grabaciones y actuaciones al lado de artistas colombianos y venezolanos de reconocida trayectoria que han permitido un gran reconocimiento y apoyo para su primer trabajo discográfico. Actualmente se desempeña como maestro en las cátedras de cuatro y bandola llanera en la Universidad INCA (facultad de jazz), Universidad Distrital (Facultad ASAB), dirigiendo el Ensamble y el Taller Llanero de las mismas. Es profesor de la academia Llano y Joropo de Bogotá. Es integrante del Ensamble Sinsonte, agrupación invitada en representación de Colombia al III Festival Internacional de Música de Cartagena.

Inexpresivo, con su mirada austera clavada en el horizonte que entrevé tras el público, Juan Carlos Contreras encuentra la concentración. Luce ausente y parece estático en el escenario, excepto por sus manos, que se mueven a toda velocidad sobre un cuatro, del que extrae florituras sorprendentes.

Teje la estructura de un «pajarillo», golpe llanero que se escucha como un huracán feroz, sobre la que se despliegan sus compañeros: el clarinetista italiano Gabriel Mirabassi, que improvisa en su lenguaje de jazz y se roba las miradas con sus movimientos cantinflescos y el joven arpista Elvis Díaz, de dieciocho años, que toca con tanta energía que parece querer destruir su arpa a manotazos. Llevan apenas cuatro días juntos, pero parece que se entienden de toda la vida. Y la gente observa absorta, sin palabras.

Que el público de este escenario, montado frente a la Iglesia de la Santísima Trinidad, en el barrio Getsemaní, corazón caribe de Cartagena, se emocione al escuchar versiones jazz de joropos, y que esto ocurra en el marco del Festival Internacional de Música -cuya séptima edición se centró en el barroco italiano-, es una radiografía de la disolución de las barreras entre géneros y audiencias.

En su primer recital en este Festival, el pasado 7 de enero, Contreras presentó con este trío inusual de clarinete, arpa y cuatro (en algunos apartes, también incluyó la bandola llanera) sus arreglos de dos piezas venezolanas fundamentales: el joropo con el sugerente título «El diablo suelto», de Heraclio Fernández, y «Quinta Anaúco», de Aldemaro Romero.

 

«Estuve enseñándole a Mirabassi cómo eran los golpes, cómo funcionaban las melodías y las estructuras posibles. Él tiene las bases de la improvisación muy claras y nos entendimos inmediatamente -comenta Contreras-. Con Elvis, trabajamos con un arpista de academia para que él desarrollara las posibilidades de esa improvisación, y la idea es que ellos se luzcan».

 

Más allá de buscar el virtuosismo en el cuatro, Contreras suele escarbar en las raíces del instrumento en la música llanera. Incluso, en los sonidos previos a la música colombiana en sí misma, en grupos que ha integrado a lo largo de la última década, como Ensamble Sinsonte, Cuatro cuerdas o Como era en un principio. Su manera de ser transgresor es, paradójicamente, yendo hacia atrás, mirando al pasado.

 

Antiguos, pero no tanto

No es la primera vez que Contreras sacude al público. Cuando fue con Como era en un principio al tradicional Festival de Música Antigua de Villa de Leyva, en marzo de 2012, escandalizaron con su propuesta: unieron la voz de una soprano y una guitarra barroca con los instrumentos llaneros, en una puesta en escena que les permitía hasta reírse de sus propias interpretaciones y dialogar con el público.

Algunos asistentes no toleraron ese «atrevimiento histórico» y, cuando el concierto finalizó, solicitaron a los organizadores del festival «no dañar lo que habían logrado con grupos como este».

Pero Como era en un principio recreaba, a su manera, algo que ocurrió en las entrañas de la época de la Colonia: cuando los instrumentos que trajeron los misioneros desde Europa para impartir la religión católica se mezclaron con las fiestas que los nativos hacían a escondidas en sus casas. Servían para la liturgia tanto como para lo pagano. Los plectros se convirtieron en bandolas, y las guitarras, en tiples.

Es parte de la música antigua que se produjo en Suramérica, pero que, por su carácter popular, indígena, terminó siendo solo una anécdota folclórica en los libros de historia. Solo hasta hace poco, era vista con desdén frente a la música barroca.

 

«Obviamente a los ‘fictos’ (como llama Contreras a los amantes de la música antigua o ‘ficta’) no les cae bien la propuesta porque muchos tienen una visión muy cuadrada de la música, es no entender que había música en esa época que era de fiesta, o de despecho como hay hoy, de jolgorio, y la gente bailaba; a los indios les llegó la música española, les enseñaron a tocarla, pero ellos la adaptaron a su forma de vivir -explica Contreras-. Hoy, la música antigua está en la academia, pero en ese entonces también existía la otra música, la del pueblo».

 

En esa dirección, abanderados de la música antigua como el violagambista español Jordi Savall, con su ensamble Hespèrion XXI, ya han abierto las puertas a la música non santa de la época en América Latina, al interpretar jácaras, jarochos y danzas huastecas -de la tradición centroamericana- junto al Tembembe Ensamble, de México.

Por su parte, el director argentino Gabriel Garrido grabó durante años con el sello Los caminos del Barroco en Francia, música que se escribió en el sur de Suramérica, en medio de esa mixtura de culturas que fue la Colonia. Un trabajo similar es el que ha desarrollado durante más de veinte años el grupo colombiano Música Ficta.

 

«La idea de investigar y escuchar tantas cosas para lograr esta música va ampliando el panorama y enriqueciendo nuestra forma de pensar como artistas», reconoce Contreras.

 

Desde la música antigua hasta el otro extremo, el jazz de Sinsonte, cuenta el artista, está empapado de muchos sonidos que se le han aparecido: «Un día, el tiplista Lucas Saboya me dijo: “oiga, ustedes lo que tocan es rock progresivo”, y me puse a escuchar y sí, tenía algo de razón».

 

Llaneros abren camino

Contreras, quien ya enseña cuatro en las escuelas de música de la Universidad Javeriana y en la ASAB, es apenas uno de los rostros en esa explosión de colores en la paleta de la música llanera, que hasta hace una década parecía atada a las tradiciones folclóricas o al mercado popular del «canto recio», que dominan los legendarios Reinaldo Armas y «El Cholo» Valderrama. Paradójicamente, el cuatrista también ha participado como músico de sesión en sus grabaciones.

En los últimos años, un arpista criollo, Edmar Castañeda, se inventó su propio sonido en el jazz y ha tenido eco en el circuito de Nueva York, bajo la tutoría de Paquito D’Rivera; Carlos Capacho llevó el cuatro a la cátedra de jazz de la Escuela de Música de Berklee, y Bela Fleck lo ha incluido en recitales; Sinsonte editó un álbum en compañía de la arpista clásica noruega Catrin Finch, la Filarmónica de Bogotá grabó una pieza de «El Cholo» en la que lo acompañó Contreras, mientras el Grupo Cimarrón ya parece tener un lugar fijo en el mercado Womex de música del mundo.

 

«Viene una camada de cuatristas muy grande, se ha vuelto un instrumento principal en la academia (…) no tiene una trayectoria como el violín, pero ahí estará», afirma Contreras.

 

Y el arpa criolla en sí también ha protagonizado su propia transgresión en este festival cartagenero, que fue fundado por un fabricante de arpas celtas, Víctor Salvi. Pese al parecido, los dos instrumentos son radicalmente diferentes en afinación y posibilidades. El joven Díaz, que empezó a despuntar como una promesa desde los once años, fue invitado desde la edición pasada y eso le permitió viajar a Filadelfia para tocar con Elizabeth Hainen, arpista de la Sinfónica de esa ciudad.

El llanero seguirá abriendo senderos. Ya descubrió que su jolgorio no le pertenece solo a su pueblo y que en el horizonte se avecinan amaneceres cada vez más brillantes.

 

Felipe Aljure – Percusión

Nació en Bogotá en 1981. Empezó sus estudios musicales desde niño bajo la tutoría de su padre Luis Alberto Aljure, quien en ese entonces pertenecía al grupo de canciones populares y a la escuela de formación musical de la Fundación Nueva Cultura, escuela donde pasó la mayor parte de su infancia.

A los diecisiete años ingresa a la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB) donde cursa la carrera de artes musicales con instrumento principal guitarra con los maestros Rolando Chamorro, Irene Gómez, Yobán Quijano y Sonia Viteri y de donde obtiene el título de Maestro en Artes Musicales con énfasis en arreglos y composición. Paralelo a la carrera empieza sus estudios en percusión latinoamericana con los maestros Omar Fandiño (maracas), Fernando Torres (maracas), William Durán (tumbadoras), Amar Sarmiento (cajón Flamenco) y continúa como autodidacta haciendo multi percusión.

En su trayectoria musical ha pertenecido a varias agrupaciones entre las cuales sobresale el Ensamble Sinsonte, agrupación destacada en el ámbito nacional, reconocida por su trabajo con base en las músicas de los llanos de Colombia y Venezuela. Ha acompañado a músicos de la talla de Stephen Prutsman, Christina Reiko Cooper y Antonio Arnedo. Actualmente trabaja con el Ensamble Sinsonte, agrupación donde sigue sus estudios en percusión, buscando el desarrollo de las músicas colombianas.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org