OFB, Joachim Gustaffson y Alexandre Moutouzkin: obras de Valencia, Mozart y Beethoven

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Joachim Gustafsson, Suecia

Solista: Alexandre Moutouzkine, piano, Rusia – Estados Unidos

 

Viernes 11 y sábado 12 de marzo de 2016, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

Antonio María Valencia (Cali, 1902-1952)

Chirimía y bambuco sotareño (1930, ver. 1942)

 

Wolfgang Amadeus Mozart (Alemania, 1756 – Imperio Austriaco, 1791)

Concierto para piano y orquesta No. 23 en la mayor, K488 (1784-86?)

I. Allegro

II. Adagio

III. Allegro assai

 

Intermedio

 

Ludwig van Beethoven (Alemania, 1770 – Imperio Austriaco, 1827)

Sinfonía No. 5 en do menor, Op 67 (1804-1808)

I. Allegro con brio

II. Andante con moto

III. Scherzo: Allegro

IV. Allegro

 

 

Notas al programa

 

La primera parte de la obra de Valencia, chirimía, se puede relacionar por lo menos con cuatro cosas. Se trata de un instrumento de viento de la familia de las maderas constituido por un cuerpo alargado con agujeros para producir notas de diferentes alturas. El resonador de la chirimía es una caña doble, como en el oboe o el fagot. Este instrumento llegó a América traído por europeos quienes, posiblemente pero no con absoluta certeza, podrían haberlo adaptado a partir de la práctica turco-árabe, quizás como consecuencia de los intercambios ocurridos luego de la primera cruzada en el siglo XI. La chirimía produce un sonido tal que casi podría decirse que es un berrido y se hace más dulce en tanto el instrumento es más elaborado y el intérprete más refinado en su técnica. Las chirimías subsisten en la música popular mesoamericana, en lugares como Guatemala pero su presencia se desvaneció de la tradición popular colombiana. En la parte norte de la costa pacífica se dice chirimía para referirse tanto a un conjunto instrumental, como al género de música que ejecuta. Lo curioso es que el instrumento de las maderas favorito en las chirimías del pacífico es el clarinete, que no es de caña doble sino sencilla, es decir, tiene una lengüeta que vibra contra una pieza sólida. La agrupación y género chirimía parecen haberse consolidado con el cura Isaac Rodríguez Martínez quien trabajó en el Chocó. Su labor comenzó en 1935 y duró casi hasta su muerte, en 1989. Gracias a la formación musical del padre Rodríguez y a su candidez moral, la chirimía adquirió muchas de sus características, entre ellas, la elección de instrumentos excluyendo a la marimba de chonta que el sacerdote asociaba con magia y paganismo. En el macizo colombiano, en particular en Popayán y sus alrededores, también es frecuente otro tipo de agrupación llamada chirimía. Aquí la conformación instrumental es distinta y se inclina hacia la práctica de la música de flautas de la región caucana de montaña, en compañía de instrumentos de percusión. Antonio María Valencia organizó su obra siguiendo libremente el esquema europeo que consiste en dividir una pieza corta en dos grandes partes. La primera es más inventiva y la segunda tiene mayor tendencia melódica. Algo de esto practicaron los maestros de Valencia en París y cuando Antonio María regresó a Colombia tomó aires de la música popular nacional y con ellos compuso esta, que es quizás, su obra más conocida. La primera parte aprovecha los contrastes entre agudos y graves del piano y expone sonoridades de tipo impresionista. El tema de la segunda parte es el conocido bambuco caucano El Sotareño, compuesto por Francisco Eduardo Diago en 1928. Partiendo de su arreglo para piano de El Sotareño, Valencia elaboró la versión para orquesta en 1942.

 

Una parte de la obra de Mozart es contemporánea de los reclamos que llevaron a la revolución francesa. Muchas de sus composiciones consolidaron el estilo conocido como clásico, pero en su momento, la mayoría del público y los intérpretes las consideraban difíciles, mal elaboradas, escritas con errores o sencillamente raras. Otro tanto le ocurrió a Beethoven, especialmente con sus últimos cuartetos de cuerda, aunque la presente sinfonía fue más digerible para el público, posiblemente porque saca provecho de uno de los rasgos más sobresalientes del clasicismo musical. El inicio de la sinfonía presenta un motivo musical brevísimo, contundente y muy marcado. A partir de allí Beethoven trabajó el resto del material orquestal y los temas que conforman la estructura del primer movimiento. Reconocer este motivo en sus tratamientos posteriores da alguna idea de cuánto fue capaz de elaborar Beethoven partiendo de elementos tan escasos. Estas dos obras son ejemplos contundentes de las razones que hicieron del estilo clásico un parámetro de belleza.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co