Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y Gustavo Dudamel: Sinfonías 1 y 2 de Tchaikovsky

 

 

Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, Venezuela

Director: Gustavo Dudamel, Venezuela

 

Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

Viernes 28 de julio de 2017, 20:00

Concierto cancelado

 

Integral de las sinfonías de
Piotr Ilích Tchaikovsky (Rusia, 1840-1894)

 

Sinfonía No. 1 en sol menor, Op. 13 (1874)

I. Sueños de un viaje de invierno. Allegro tranquillo

II. Tierra de pesar, tierra de bruma. Adagio cantabile, ma non tanto

III. Scherzo. Allegro scherzando giocoso

IV. Finale. Andante lugubre—Allegro moderato

 

Sinfonía No. 2 en do menor, Op. 17 (1872, rev. 1879-80)

I. Andante sostenuto–Allegro vivo

II. Andantino marziale quasi moderato

III. Scherzo. Allegro molto vivace

IV. Finale. Moderato assai—Allegro vivo

 

Los comentarios críticos de los especialistas más ponderados, cuando se trata de las sinfonías de Tchaikovsky resultan, en el mejor de los casos, condescendientes. Admiten una que otra cosa positiva pero les resulta claro que estas obras no son las cimas del sinfonismo en las que ubican a contemporáneos, o casi, de Tchaikovsky. Brahms, Mahler y Bruckner se roban la atención y Richard Strauss, va por una línea similar. No les faltan razones de aprecio frente al grupo, pero a los especialistas les resbala la pregunta de por qué, entonces, gozan de tanta estima las sinfonías de Tchaikovsky.

Tchaikovsky era un compositor famosísimo en Rusia, muy conocido en Europa y con amplias referencias en los Estados Unidos, precisamente en el periodo en que masas de gente abandonaron el Imperio ruso. Esos migrantes se establecieron en grandes números en Argentina, Canadá y Estados Unidos, especialmente en los puertos de entrada de la costa este y con asentamientos en la pujante ciudad de Nueva York, hecha aún más próspera por el impulso de la inmigración. En la nostalgia de la patria perdida resonaban los ecos de la música rusa. Y entonces, Estados Unidos hizo su entrada en el terreno de la política mundial. Entre los gestos de grandeza del naciente imperio, estuvieron los de destinar migajas de las fortunas habidas a las malas a causas bellas como la construcción de edificios para bibliotecas y teatros. Para la inauguración del Carnegie Hall en Nueva York y con unos honorarios estupendos que le justificaran el viaje, los ricos nuevos del mundo contrataron a Tchaikovsky quien engalanó la sala con su música.

El compositor posee riqueza melódica proveniente de su contacto con las canciones populares escuchadas a lo largo de su vida y aprovechadas en diversas de sus obras que compuso mientras visitaba propiedades rurales donde las tonadas campesinas y pueblerinas permeaban sus nuevas creaciones. Evitó dificultades armónicas, tan habituales entre los compositores germanos, mediante el retorno de la melodía con pequeños cambios armónicos que le evitaron el uso de complejas modulaciones. En compensación le brindó al público la melodía que ya le había emocionado, hasta el paroxismo de su sensibilidad. Para hacerla más atractiva, Tchaikovsky le introdujo alteraciones adicionales al ritmo. En uno de sus aspectos más sobresalientes como instrumentador, empleó los recursos de la gran orquesta sinfónica para que los timbres en juego espesaran la textura musical. En cuentas muy resumidas, a esto respondieron y siguen respondiendo los seguidores de la música sinfónica de Tchaikovsky.

El compositor recibió su formación en el conservatorio de San Petersburgo que privilegiaba como modelos sinfónicos a los que procedían de tierras germanas. La composición de las primeras sinfonías quedó registrada en su correspondencia por las duras críticas de los maestros formados a la germana y las suyas propias al saberse incapaz de componer otra cosa que no fuera lo que le resultaba más natural. La Primera y Segunda son obras de una belleza apreciable y resulta gratísimo dejarse llevar, sumergirse entre la marea de emoción que proponen. A tal punto que el ruso Igor Stravinsky, quien triunfó en París a escasos veinte años de la muerte de Tchaikovsky, sintió que le era imprescindible identificarse con la obra de su mayor y a partir de los años veinte del siglo XX, inventó una nutrida leyenda que lo aproximó, desde el inicio, a la música de Tchaikovsky.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org