Katia Labèque y Viktoria Mullova: obras para violín y piano de Mozart, Schumann, Pärt, Takemitsu y Ravel

 

 

 

Katia Labèque, piano, Francia
Viktoria Mullova, violín, Rusia

 

Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

Sábado 26 de septiembre de 2015, 20:00

 

Wolfgang Amadeus Mozart (Austria, 1756 – 1791)

Sonata para violín y piano No. 35 en La mayor, K 526 (1787)

I. Molto allegro

II. Andante

III. Presto

 

Robert Schumann (Alemania, 1810 – 1856)

Sonata para violín y piano No. 1 en la menor, Op. 105 (1851)

I. Mit leidenschaftlichem Ausdruck (con expresión apasionada)

II. Allegretto

III. Lebhaft (vivamente)

 

Arvo Pärt (Estonia, 1935)

Fratres (1977)

 

Toru Takemitsu (Japón, 1930 – 1996)

Distance de Fée (1951)

 

Maurice Ravel (Francia, 1875 – 1937)

Sonata No. 2 para violín y piano (1923 – 27)

I. Allegretto

II. Blues. Moderato

III. Perpetuum mobile. Allegro

 

La sonata de Mozart podría ser la última de un grupo de tres entre las que los conocedores ubican su mejor producción en el género y del que la presente sería la más sobresaliente. Aquí, rebasa los parámetros que él mismo había propuesto para las sonatas clásicas en cuanto a estructuración, forma y desarrollo de las ideas musicales. En esta obra el balance entre instrumentos es mucho más parejo y el violín no es un decorado elegante y exigente para el piano, sino un par entre iguales, o casi. El primer movimiento es muy activo y contiene pasajes que requieren una ejecución animosa. El segundo es de tal concentración que produce una sensación como de quietud. Desde el inicio del último movimiento, el más enérgico de la obra, hay una inmediata sensación de propulsión.

En su sonata, Schumann logra fundir el sonido de ambos instrumentos para crear una textura musical que algunos denominan tersa. Por momentos la sensación acústica es la de una masa sonora homogénea que supera la conjunción de los dos instrumentos. El tema inicial del primer movimiento reaparece en el tercero para crear una sensación de circularidad, aspecto que posteriormente retomaron Debussy, Ravel, Messiaen y Boulez. El segundo movimiento incorpora elementos que habrían correspondido a un scherzo como el que podría haber estado presente si la sonata hubiera constado de cuatro movimientos.  El tercer movimiento es un moto perpetuo con elementos de contrapunto posiblemente derivados del conocimiento que Schumann tenía de la obra de Bach. Este movimiento requiere énfasis, energía y vigor a la vez de exigir mesura con la velocidad, para no destrozar su emocionalidad romántica.

Arvo Pärt concibió Fratres como una de las piezas características del estilo que él mismo ha llamado Tintinabulum en latín y podría traducirse como campanillesco. Él manifiesta influencias del canto gregoriano y de la polifonía vocal renacentista aunadas a su propia religiosidad y a su conocimiento y práctica de un contrapunto elaborado como en Bach. Aquí, el violín es de una ligereza sutil y en ocasiones callada en contraste con la solidez del piano. Uno es aéreo y el otro está en tierra. Esto lleva al empleo de un arco que apenas roza las cuerdas. A los pizzicatos con la mano del arco o con la de las cuerdas, se agregan numerosas dobles cuerdas, el uso de un vibrato escaso y discretísimo y hasta un toque con la parte de madera del arco. El piano, por su parte, aprovecha los extremos del teclado y en el medio los acordes resaltan aspectos rítmicos.

La pieza de Takemitsu es de los años siguientes al fin de la guerra mundial cuando este autodidacta sufría el horror al nacionalismo que lo llevo al ejército a sus 14 años. Distance de fée hace alusión a la influencia musical que ejercieron Debussy y Messiaen sobre la obra temprana de Takemitsu. Podría traducirse el título como espacio o intervalo encantado. El imaginario sonoro ha sido calificado como impresionismo japonés, si bien el arranque, con el piano en solitario, induce más al entorno de Messiaen que al de Debussy o Ravel, con quienes la música pronto parece relacionarse.

La sonata de Ravel le tomó cuatro años. Ravel comentó que más que reconciliar al piano y el violín, que él consideraba incompatibles, marcó sus diferencias resaltado su independencia. El motivo principal del primer movimiento se encuentra salpicado de contramotivos que reaparecen en el tercero. Una sensación de melancolía encuentra apoyo en una tonalidad difusa. El segundo movimiento tiene aires de jazz y blues que Ravel habrá recogido en los años 20 cuando los músicos del género recibieron acogida en Francia. El movimiento final retoma algunos aspectos de los movimientos precedentes y otorga al violín una de las partes más difíciles, destacados y prominentes de este género mientras el piano se desarrolla con modestia.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org