OFB, Henrik Schaefer y Elena Bashkirova: obras de Beethoven, Bartók y Brahms

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Henrick Schaefer, Alemania
Solista:
Elena Bashkirova, piano, Rusia

 

Viernes 20 de octubre de 2017, Teatro Colsubsidio Roberto Arias Pérez
Sábado 21 de octubre de 2017, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

Ludwig van Beethoven (Alemania, 1770 – Austria, 1827)
Obertura Leonora Nº 3, Op 72b (1805)

Bela Bartók (Hungría, 1881 – Estado Unidos, 1945)
Concierto para piano Nº 3 en mi mayor, Sz. 119 (1945)
I. Allegretto
II. Adagio religioso
III. Allegro vivace

 

Intermedio

 

Johannes Brahms (Alemania, 1833 – Austria, 1897)
Sinfonía Nº 3 en fa mayor, Op. 90 (1883)
I. Allegro con brio
II. Andante
III. Poco allegretto
IV. Allegro

 

 

Notas al programa

 

Beethoven escribió diez oberturas, cuatro de las cuales tienen que ver con la única ópera que compuso. Hay tres oberturas Leonora numeradas y una que le da inicio a su ópera Fidelio. Esas piezas pueden ejecutarse al inicio de la ópera o como piezas para comenzar un concierto. Que Beethoven desechara como obertura de Fidelio cada una de las tres Leonora numeradas, se explica por la excesiva independencia o la estructura muy acabada de ellas. También se argumenta que su falta de práctica como compositor de ópera le dificultara comprender el papel dependiente que caracteriza a las oberturas. Leonora No. 3 hace referencia a situaciones y personajes del drama y el público la recibió bien en el estreno de 1805. Pero contiene muchos de los ingredientes sinfónicos de Beethoven que lo hacían difícil de comprender por sus contemporáneos. Por esa razón se ha disociado de Fidelio y es una de las oberturas de concierto más programadas.

 

El estreno del tercer concierto para piano de Bartók fue póstumo y el solista de la ocasión fue su compatriota György Sandor quien se presentó en Medellín hace cincuenta años y a quien los programas de mano del momento asociaban estrechamente con el compositor. Aunque se conoce poco acerca de proceso de composición, se sabe que Bartók tuvo la intención de ofrecerlo para el cumpleaños cuarenta y dos de su esposa, la pianista húngara Ditta Pasztory y que es posible que ese hubiera sido el impulso para comenzar la obra y continuarla a pesar de los quebrantos de salud, llevándola a término salvo por unos compases del final. Poco antes de morir Bartók, fluyeron noticias del final de la Segunda Guerra: supo que Hungría había quedado destrozada y no era fácil concebir cuándo se podría reconstruir o si eso sería posible. Le preocupaba el terrible daño ocurrido en pérdida de vidas y los perjuicios ocasionados a los sobrevivientes por quienes sentía la angustia de que tuvieran que vivir con las heridas emocionales de la guerra. Como exilado, se salvó de los momentos más horribles cuando los nazis se ensañaron con aniquilar judíos en los campos de exterminio. Pero a la leucemia que finalmente complicó su salud hasta matarlo, ¿se habrá sumado un sentimiento de culpa como el que aqueja a muchos sobrevivientes? Tuvo noticias alentadoras de que sus anotaciones sobre canciones populares húngaras recogidas en quince años de estudios se conservaron intactas y de que sus amigos, el compositor Zoltan Kodaly y su esposa estaban a salvo, que su hermana Elza con su familia, al igual que su hijo Bela y su esposa, habían escapado a tiempo y estaban vivos. En el Tercer concierto hay mucho que resuena positivamente, desde el tono alegre del primer movimiento al mucho más enérgico, veloz y ritmado del tercero. Y si el segundo ofrece la denominación de adagio religioso, es por ofrecer contraste en el medio de la obra y un punto de concentración emocional, sin conexiones litúrgicas.

 

Brahms debía afrontar el reto de componer una sinfonía y le costó quince años lograrlo. Al año siguiente, 1877, compuso la Segunda y seis años más tarde la Tercera. En el verano, Brahms encontró en Wiesbaden, a orillas del río Rin un lugar donde trabajar. Es casi seguro que escogió la localidad porque en enero conoció a la contralto Hermine Spieß por quien estaba interesado, mujer de veintiséis años y quien rápidamente se convirtió en destinataria de obras e intérprete frecuente. Y ya que estaba frente al Rin, podía recordar el momento en que conoció a la pareja de los pianistas y compositores Clara Wieck y su esposo Robert Schumann, treinta años atrás en otro pueblo frente al Rin. Y, puesto que estaba frente al río que es fundamental para la Tetralogía operística de Wagner, podía llamar a Spieß su ninfa del Rin, como los personajes que abren la Tetralogía. No se sabe si Brahms hizo referencias musicales a Spieß en su Tercera, pero está claro que las hizo a Schumann pues cita el tema que este le dedicaba a su esposa y además cita la 3ª sinfonía de Schumann conocida como la renana, es decir, la del rin. El afecto de Brahms por Clara Wieck no se formalizó luego de la muerte de Schumann y es seguro que lo que sintió por Spieß también se esfumó. Brahms era un soltero declarado con intereses románticos que terminaban pronto. Spieß se casó, abandonó la vida pública de cantante y pronto quedó embarazada. Murió de parto al día siguiente de cumplir treinta y seis años, diez después de haber conocido a Brahms. El compositor la sobrevivió cuatro años y tuvo ocasión de componer una cuarta sinfonía.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co