OFB, Henrik Schaefer y Víctor Hugo López: obras de Shostakovich, Gershwin, Creston y Nielsen

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Henrik Schaefer, Alemania
Solista:
Víctor Hugo López, percusión, Colombia

 

Viernes 10 de noviembre de 2017, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

Sábado 11 de noviembre de 2017, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

Dmitri Shostakovich (Rusia, 1906-1975)
Interludio del Acto I de la ópera La nariz (1927-28)

George Gershwin (Estados Unidos, 1898-1937)
Un americano en París (1928)

Paul Creston (Estados Unidos, 1906-1985)
Concertino para marimba (1940)
I. Vigoroso
II. Calmado
III. Vivaz

 

Intermedio

 

Carl Nielsen (Dinamarca, 1865-1931)
Sinfonía No. 5, Op. 50 (1920-22)

  1. Tempo giusto—Adagio non troppo
  2. Allegro—Presto—Andante un poco tranquillo—Allegro

 

 

Notas al programa

 

El reacomodo de las economías europeas y sus areas de influencia o dependencia promovieron la Gran guerra de 1914, el genocidio armenio, propulsaron la revolución rusa de 1917 y su ulterior conquista por los bolcheviques y, tras una calma que sirvió para hacer más horribles los alcances de la guerra, desencadenó los sistemas fascistas de Italia, los nazis, el franquismo y los nuevos niveles de atrocidades en los campos de exterminio y el empleo de la bomba atómica contra el pueblo japonés que ya había sido víctima de sus propios soldados y de su imperio. La ópera La nariz de Shostakovich, genio veinteañero, vino en el momento en que el gobierno soviético estaba a punto de liquidar, pero no aun, la apertura creativa de la que se beneficiaron las artes después de la revolución y tras la guerra civil que le siguió. El compositor tuvo la iluminada idea de tomar uno de los cuentos favoritos de Nicolái Gogol, autor popularísimo en su país, como base para la ópera, lo complementó con unos cuentos más y creó, en un esfuerzo colectivo y de colaboración, una pieza maravillosa. Para sacar mejor partido de la situación absurda del servidor civil que se levanta y descubre que su nariz se le ha independizado y luego ocupa un lugar más elevado que el suyo en la burocracia y rango social, Shostakovich concibió una ópera de cuadros inconexos. Estos se relacionan por interludios, entreactos o intermezzos musicales sin acción escénica. Así brinda al público la oportunidad de disfrutar de buena música y un espacio para la reflexión sobre la insensatez. El primero de tales recreos es para nueve percusionistas y es el que abre este concierto.

 

El director alemán radicado en Nueva York, Walter Damrosch quería agregar a los programas de concierto de la Sinfónica de Nueva York, obras contemporáneas que fueran fáciles para el público. Encargó a Gershwin Un americano en París, que consideraba adecuada, porque inscribía en el medio sinfónico algo de la música de Harlem que se hacía cada vez más popular. El estreno de diciembre de 1928 dejó insatisfecho Gershwin quien encontró la ejecución descuidada y carente del sabor que él había puesto a su obra. La pieza dura menos de veinte minutos, es vibrante, alegre, optimista y goza de una ligereza contagiosa.

 

Paul Creston, nombre profesional de un hijo de inmigrantes sicilianos en Nueva York, le aportó al escaso repertorio de conciertos para marimba, esta pieza que es favorita tanto de jóvenes percusionistas como de las más grandes estrellas consagradas. Lo que le da carácter al Concertino es que el interés que depierta el tratamiento rítmico y los contrastes necesarios entre orquesta y marimba, mantiene la atención sobre lo inmediato. Así, el público puede relajarse frente a la ausencia de desarrollo temático como suele presentarse en los conciertos para instrumento solista. Puesto que la marimba tiene un sonido de volumen bastante reducido y no puede competir o sobreponerse a la orquesta, resulta indispensable alternar los pasajes solistas con los orquestales y estar siempre pendiente de lo que está por suceder. El primero y el tercer movimiento se tocan con una baqueta por mano mientras el central requiere dobles baquetas con la correspondiente multiplicación de notas y acordes y con descenso en la energía del tempo.

 

En la Quinta, de un total de seis sinfonías que compuso Carl Nielsen, también está presente la experiencia de la Gran guerra. Nadie queda intacto después de una experiencia así, decía el compositor. Sus canciones las interpretaron los daneses para hacerle saber a los alemanes en la Primera y a los nazis en la Segunda guerra mundial, que entre los locales y los invasores había una diferencia esencial. El compositor gozaba de renombre en Dinamarca y este siguió creciendo hasta su muerte. Sus sinfonías, no obstante, casi nunca se escuchaban fuera de su país y fue apenas a comienzos de los 1960 que el público a ambos lados del Atlántico pudo disfrutar de ellas y, por extensión, de sus obras de cámara y canciones. El director Leonard Bernstein llamó la atención sobre Nielsen quien pasó de ser una celebridad local a un compositor de referencia, aunque sigan siendo escasos los programas que incluyen sus obras. La Quinta es una sinfonía de solo dos movimientos, el primero con un par de segmentos y el segundo, dividido en secciones. Es una obra de tensión y relajación, de contrastes, de oposiciones entre aparentes absolutos. Los metales tienen un papel preponderante pero más aun, el redoblante contra el que se desarrolla el juego de tensión de la obra. Nielsen quiso ubicarlo a un costado de la orquesta y hacerlo ejecutar de manera improvisatoria, a destiempo y como un referente salido de norma. La obra no respeta los canones sobre manejo armónico establecidos para las sinfonías y, tal como lo practicó Mahler, comienza en una tonalidad y progresa hacia otra sin retornar y sin cumplir expectativas. Con esto contribuye a la sensación de inestabilidad que caracteriza a la obra, hermosa desde el primero hasta el último acorde.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co