OFB, Leonardo Marulanda y Antonio Meneses: obras de Rivera, Dvořák y Stravinsky

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Leonardo Marulanda, Colombia
Solista:
Antonio Meneses, chelo, Brasil

 

Viernes 3 y sábado 4 de noviembre de 2017, Auditorio León de Greiff

 

Programa

 

Edgar Rivera (Colombia, 1954)
Ceremonias de la tierra (2016)
Obra ganadora del concurso de composición OFB 2016, categoría música colombiana
1. Bambucosa
2. Verde cumbión
3. El galeoro
4. Travesía por un mundo imaginado

 

Antonín Dvořák (Chequia, 1841-1904)
Concierto para violonchelo en si menor, op. 104 (1894-95)
1. Allegro
2. Adagio ma non troppo
3. Finale. Allegro moderato

 

Intermedio

 

Igor Stravinsky (Rusia, 1882 – Estados Unidos, 1971)
La consagración de la primavera (1911-13)

 

Notas al programa

 

El programa de hoy podría sugerir una reflexión acerca de los elementos nacionales en la composición para orquesta. Comenzando por la obra de Rivera, ganadora del concurso de composición de la OFB, en la categoría de obras sinfónicas con elementos de la música tradicional de cualquier región del país. Vale destacar la intención sinfónica en la concepción de la pieza que busca, permanentemente, la sonoridad de la orquesta como instrumento múltiple y complejo. Los nombres de sus primeros movimientos proponen asociaciones bien claras y el cuarto se refiere a la amazonia y sus habitantes. Viene enseguida el concierto para chelo más importante de todos los tiempos hasta el momento de su composición, no solo por su duración extrema de unos cuarenta minutos – que se pasan volando dado el diestro manejo de la relación entre solista y orquesta, la presentación de los temas musicales en su relación con el ritmo y los contrastes entre velocidad de los tiempos y su acento emotivo – sino por haber sido capaz de producirle envidia a Brahms porque otro hubiera hecho posible componer para el chelo de semejante manera.  Pero a Dvořák se lo ubica entre los compositores nacionalistas, a pesar de que esa tendencia se le desdibujó con el paso de los años y al final está ausente o sólo veladamente presente, en el que se llama su tercer período o período conservador o de proyección brahmsiana. Dvořák vivió Estados Unidos entre 1892 y 1895, período en que dirigió el Conservatorio Nacional en Nueva York y con total honestidad sugirió reiteradamente, con argumentos y una solidez compositiva que les daba fuerza, que en ese país la composición debería empaparse de elementos de la música popular. Dvořák apelaba a los elementos folclóricos que los graduados podían incorporar a las lecciones aprendidas en los salones. Por su parte, dejó ver algo de eso en sus composiciones como la sinfonía Del Nuevo Mundo o en alguno de sus cuartetos más famosos. Esto, no obstante, no indicaba la inclusión de elementos musicales indígenas o mexicanos, por ejemplo, a pesar de su vasta presencia y extensa práctica en Estados Unidos, pero si los que vienen del jazz, es decir, la forma más europeizable del blues, o aquella que muestra mayor participación de la música europea en su conformación. El segundo movimiento del concierto para chelo cita la canción que Dvořák compuso casi una década atrás y figura como el No. 1 de su Op. 82, titulada Lasst mich allein (Déjame solo) y era la favorita de Josefina, su primera enamorada quien no aceptó al compositor y lo llevó a proponerle y celebrar matrimonio con su hermana menor, Anna Čermáková. Así que la alusión apunta al país de Dvořák, por vía de su cuñada enferma de muerte al momento de componer el concierto de chelo, lo que señala a su tierra, aunque difícilmente sea una apelación a la cultura nacional. El programa de hoy termina con La consagración de la primavera, música para ballet que el empresario Diaghilev le contrató y de la que habían venido tratando desde 1910. Al parecer Stravinsky se había interesado en leyendas de antiguos ritos rusos, anteriores a la cristianización, en los que se mencionaba el sacrificio ritual de una muchacha virgen como acto propiciatorio para poner fin al invierno y dar inicio a la fertilidad de la primavera y la bonanza de las cosechas. Cuando Diaghilev le comisionó la música de La consagración, Stravinsky ya había estado discutiendo la cuestión, leído alguna obra que le ayudó a darle orden a una especie de trama argumental e incluso podía haber esbozado unos números. Todo esto, como le gustaba al compositor que lo creyera el público, parecía originarse en algún conocimiento suyo de ritos ancestrales remotísimos y no del coincidencial y cercano parecido con un poema de Serguei Gorodetsky al que los lectores rusos habrían podido tener acceso. En cada una de las obras en este programa parece operar una idea que consiste en bajar para ascender: compositores con formación y práctica dentro de la tradición occidental de academia, miran hacia abajo, a la música de base popular, insertan elementos de allí en su producción y elevan la música del pueblo a la talla de obra de arte.  También se da el caso contrario, aunque no en este programa, que consistiría en ascender para bajar, cuando, por ejemplo, Lucho Bermúdez quien era un compositor de la tradición popular y no de la académica, fue sujeto de homenaje por Alex Tobar, quien compuso su célebre Paráfrasis sobre Kalamarí. Aquí, la música del compositor popular pasa a manos del compositor que perteneció a una orquesta sinfónica. El resultado es una pieza que divulga, populariza o hace digerible el medio sinfónico para quienes se identifiquen con el carácter popular de la música resultante. Nótese que aquí los términos ascendente y descendente no tienen connotaciones positiva y negativa ni se asimilan a arribismo y populismo. En cambio, la intención es resaltar una de las múltiples dinámicas del entrecruzamiento de música académica con la popular para eludir la etiqueta del nacionalismo musical.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co