OFB, Ligia Amadio y Linda Bustani: obras de Khachaturian, Scriabin y Rachmaninov

 

 

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

Directora: Ligia Amadio, Brasil

Solista: Linda Bustani, piano, Brasil

 

Teatro mayor Julio Mario Santo Domingo

Viernes 12 de septiembre de 2014

 

Aram Khachaturian (Georgia, 1903 – Unión Soviética, 1978)

Espartaco, suite para ballet: Adagio de Espartaco y Frigia (1954)

 

Alexander Scriabin (Rusia, 1872 – 1915)

Concierto para piano y orquesta en Fa sostenido mayor, Op. 20 (1896)

I. Allegro

II. Andante

III. Allegro moderato

 

Sergei Rachmaninov (Rusia, 1873 – Estados Unidos, 1943)

Sinfonía No. 3 en La menor, Op. 44 (1935-36, rev. 1938)

I. Lento – Allegro moderato

II. Adagio ma non troppo – Allegro vivace

III. Allegro – Allegro vivace – Allegro (Tempo primo) – Allegretto – Allegro vivace

 

En la prolongada decadencia de Roma, que vagamente coincide con el debilitamiento del esclavismo y la consolidación europea del sistema feudal, un gran levantamiento de los esclavos pasó a la historia en medio de los cambios económicos generales. El nombre de Espartaco y de los miles de esclavos que se rebelaron contra la república romana encarnan la rebelión, ocurrida en torno al año 73 AC, cuando ricos aristócratas romanos se hicieron al poder concentrado en el triunvirato. Algo se sabe acerca de la persona de Espartaco, de las batallas que libró, de su captura y muerte. Mucho se especula o se inventa, para agregarle una esposa y asimilarlo a un luchador revolucionario, que bien puede servirle a los propósitos de la derecha o de la izquierda históricas, según lo prefieran. Un general romano que contribuyó a la derrota militar de Espartaco fue Marco Licio Craso, uno de los triunviros, posteriormente caído en desgracia al enfrentarse a los sirios, creyéndolos victoria fácil. Este error de cálculo es el que lleva el nombre del general acaudalado y aristócrata y pasó al ámbito de la retórica en la expresión: un error craso. La expresión podría utilizarse igualmente para señalar cualquiera de los múltiples actos atroces de Stalin, cometidos mientras acumuló el mayor poder en la Unión Soviética, especialmente entre 1937 y 1953. Aquí vale señalar los crasos errores que cometió frente a los más sobresalientes compositores de su momento al propiciar que el gran comisario político para la música denunciara a los músicos más destacados de la era soviética como responsables de atentados contra la estética comunista. En esta situación cayeron Prokofiev, Khachaturian y Shostakovich quienes debieron hacer expiación pública de sus pecados estéticos/políticos. Tras la muerte de Stalin, en el período de la desestalinización promocionada por Khruschev a partir de 1953, el nombre de muchos de los artistas, intelectuales, científicos, militares y ciudadanos comunes fue reivindicado así como retirado el velo de condena con que se ensuciaron su actividad y las personas que se les relacionaban. Esto siempre cabe tenerlo en cuenta al momento de valorar la música de estos compositores, en particular cuando se los señala de haber sido poco innovadores. Es como si sobrevivir a todo el sistema de represión estalinista hubiera sido una prueba menor.

Khachaturian terminó la música para el ballet Espartaco, la más interpretada de las obras en el presente programa, luego de muerto Stalin. El argumento para el ballet no es el resultado de un estricto apego a la evidencia histórica pero se inspira en el nombre de este esclavo sublevado para plantear actos heroicos y una relación amorosa. El público escuchó la obra apenas en 1956 y la coreografía más sobresaliente proviene de la producción del ballet del teatro Bolshoi de 1956. El fragmento que se escucha aquí, proviene del inicio del segundo acto, cuando Espartaco se reúne con su esposa Frigia y huyen juntos hacia la libertad.

El precioso y único concierto para piano de Scriabin es una obra que hace pocos años ha comenzado a ganar el sitio que merece dentro del repertorio orquestal. Resulta curioso que esta composición haya permanecido tanto tiempo en una relativa oscuridad si se consideran sus méritos. Se trata de la primera obra para orquesta y del único concierto para piano que dejó el compositor. La pieza, que no le permite a los solistas el gran lucimiento técnico que supone un concierto para piano, está repleto de reminiscencias del estilo romántico más característico en los conciertos de Chopin, con la diferencia de que en el de Scriabin, la orquestación es más elaborada y mejor balanceada. Ningún movimiento presenta cadenzas para el lucimiento del solista. El primero logra mantener la atención sin recurrir a grandes momentos de emoción sino, por el contrario, conservando la homogeneidad y el balance. El segundo movimiento está estructurado a partir de un tema con cinco variaciones y el tercero, sugiere algo entre el vals y la mazurka sin caer de manera explícita en ninguno de ellos.

La suerte de Rachmaninov estuvo marcada por el origen burgués de su familia, demasiado apegada a los caprichos de la más alta aristocracia de la Rusia zarista, por la mala fortuna económica de su padre quien no dio prioridad al entorno afectivo de la familia y por unas dotes musicales que rindieron frutos grandiosos desde muy temprano brindando al compositor un ambiente de admiración y reconocimiento que lo dejó mal preparado para afrontar las críticas y las reacciones adversas a composiciones suyas de menor mérito. En consecuencia, tras haber alcanzado la cima de la estimación en Rusia, se vio sumido en una larga y profunda depresión que lo acompañó, con idas y venidas, el resto de su vida. Tras la Revolución Bolchevique, abandonó Rusia en 1917 para llegar a los Estados Unidos, país del que finalmente se hizo ciudadano y donde adquirió nueva fama, esta vez como pianista extraordinario en la sala de conciertos y en el estudio de grabación. Esta carrera de concertista se ha señalado como la responsable en la merma de su producción como compositor, en la que se destaca la presente Sinfonía, última que Rachmaninov compuso.

Es una obra que trata al público con una dulzura y amabilidad que rechazaba la música de la vanguardia en su momento. La  pieza facilita la sensación de comodidad que ofrece el terreno de la tonalidad posromántica. Ofrece una consistencia y equilibrio rítmico que van muy parejos con el manejo pulsante de los tiempos, elementos que brindan una permanente sensación de avance. Los numerosos pasajes solistas proporcionan un lirismo cercano al de la música vocal y el conjunto de la orquesta hace recordar que las imágenes cinematográficas de esos días se completaban con la música de sus contemporáneos Prokofiev y Shostakovich y que Rachmaninov podría haber sido, si no hubiera rechazado la oferta que recibió en los Estados Unidos, un diestro compositor para el cine.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org