OS Simón Bolívar y Gustavo Dudamel: integral de sinfonías de Beethoven

 

Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela

Director: Gustavo Dudamel

 

8 a 12 de junio de 2015, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

 

Programa

Integral de Sinfonías Ludwig van Beethoven (Alemania, 1770 – Austria, 1827)

 

Día 1

Miércoles 8 de julio de 2015

Romanza No. 1 en Sol mayor Op. 40 para violín y orquesta (1802)

Sinfonía No. 1 en Do mayor, Op. 21 (1799 – 1800)
I. Adagio molto – Allegro con brio
II. Andante cantabile con moto
III. Menuetto: Allegro molto e vivace
IV. Adagio – Allegro molto e vivace

Intermedio

Romanza No. 2 en Fa mayor, Op. 50 para violín y orquesta (1799 – 1800)

Sinfonía No. 2 en Re mayor, Op. 36 (1801 – 02)
I. Adagio molto – Allegro con brio
II. Larghetto
III. Scherzo. Allegro – Trio
IV. Allegro molto

 

Día 2

Jueves 9 de julio de 2015

Sinfonía No. 3 en Mi bemol mayor, Op. 55, Eroica (1803- 04)
I. Allegro con brio
II. Marcia funebre: Adagio assai
III. Scherzo: Allegro vivace
IV. Finale: Allegro molto

Intermedio

Sinfonía No. 4 en Si bemol mayor, Op. 60 (1806)
I. Adagio – Allegro vivace
II. Adagio
III. Menuetto; Allegro vivace
IV. Allegro ma non troppo

 

Día 3

Viernes 10 de julio de 2015

Sinfonía No. 5 en Do menor, Op.67 (1804 – 08)
I. Allegro con brio
II. Andante con moto
III. Scherzo. Allegro
IV. Allegro

Intermedio

Sinfonía No. 6 en Fa mayor, Op. 68 (1807 – 08)
I. Allegro ma non troppo
II. Andante molto mosso
III. Allegro
IV. Allegro
V. Allegretto

 

Día 4

Sábado 11 de julio de 2015

Sinfonía No. 7 en La mayor, Op.92 (1811 – 12)
I. Poco sostenuto – Vivace
II. Allegretto
III. Presto – Assai meno presto (trio)
IV. Allegro con brio

Intermedio

Sinfonía No. 8 en Fa mayor, Op.93 (1812)
I. Allegro vivace e con brio
II. Allegretto scherzando
III. Tempo di Menuetto
IV. Allegro vivace

 

Día 5

Domingo 12 de julio de 2015

Sinfonía No. 9 en Re menor, Op. 125 (1822 – 24)
I. Allegro ma non troppo, un poco maestoso
II. Scherzo: Molto vivace – Presto
III. Adagio molto e cantabile – Andante moderato – Tempo primo – Andante moderato – Adagio – Lo stesso tempo
IV. Recitativo: (Presto – Allegro ma non troppo – Vivace – Adagio cantabile – Allegro assai – Presto – Allegro molto assai – Alla marcia – Allegro assai vivace – Andante maestoso – Adagio ma non troppo, ma divoto – Allegro energico, sempre ben marcato – Allegro ma non tanto – Prestissimo, Maestoso, Molto prestissimo

 

 

Notas al programa

La presentación de las sinfonías de Beethoven en el orden cronológico de su composición resulta ventajosa frente a otros criterios, puesto que elimina las justificaciones para combinar unas sinfonías con otras y deja al público en libertad de apreciar las disparidades, la variedad y los contrastes. Son muchos los criterios de valoración de estas obras y además, han variado a lo largo de los años. Beethoven sentía gran afecto por su Octava y la consideraba la mejor de todas, pero ni el público, ni los comentaristas y estudiosos han coincidido con el compositor. Otros han estimado que las sinfonías pares son de menor valor que la impares, así que un ciclo debería buscar, en cada concierto, un balance en el que una de las impares muy famosas vaya acompañada por una de las pares menos apreciadas, como Quinta y Segunda, Séptima y Cuarta o algo similar. En cada uno de estos eventos, además, los directores intentan compartir con el público las motivaciones estéticas en las que apoyan su personal gusto por la pareja escogida. Tales criterios han variado con las épocas, las escuelas con las que se identifican los directores y su aproximación personal a las obras. Todo esto pasa por alto las variantes de las circunstancias personales de Beethoven que fueron decisivamente influyentes en su producción. De hecho, fueron mucho más evidentes en sus composiciones que en las de Mozart y Haydn, para mencionar al trio de quienes consolidaron los parámetros del estilo clásico.

A fines del siglo XVIII Viena era la capital del Imperio austríaco. Haydn se dirigió allí una vez sus empleadores lo liberaron de sus obligaciones en el palacio de Estherhaza. Mozart tuvo a esta ciudad como meta hasta conseguir trasladarse allí y Beethoven parece haber viajado desde Bonn hasta Viena en 1783, a los 13 años, para tratar de entrevistarse con Mozart a fin de que lo tomara como su alumno. Pero la mudanza de Beethoven no se produjo sino hasta 1792, apenas unos meses después de la muerte de su respetado y querido Mozart. Poco tiempo después, Beethoven consiguió que Haydn aceptara darle algunas lecciones y que revisara unas obras. El viejo maestro estaba agotado tras sus viajes a Londres y sus observaciones molestaron a Beethoven. Este nunca lo perdonó y en cambio declaró que no había aprendido nada de Haydn. Sin embargo, generaciones de estudiosos han probado cuánta influencia y cuántos referentes directos provenientes de Haydn hay en la obra de Beethoven.

Beethoven aguardó hasta su traslado a Viena para abordar la composición de sinfonías. Es comprensible que hubiera reservado sus energías hasta conocer el medio, hacerse a un nombre en la capital y descifrar el gusto del público. Sus primeras dos sinfonías datan del periodo que muchos biógrafos denominan como el primero de tres en los que dividen las composiciones de Beethoven. Este primer periodo se inicia en su último tiempo en Bonn, pasa por la muerte de su padre, la mudanza a Viena y la dolorosa aceptación de su progresiva pérdida del oído. Se extiende hasta 1802 y corre paralelo con el entusiasmo por las ideas de la Revolución Francesa y el cambio que parecía encarnar Napoleón. Las dos primeras sinfonías son las más clásicas y con ellas Beethoven absorbió todo lo que pudo de Mozart y Haydn como sinfonistas. En ellas, dejó establecida su capacidad para aprehender modelos componiendo dos sinfonías que sus colegas no podrían ni pudieron escribir. Aquí el sonido es más lleno y potente, la orquesta opera en mayor medida como una masa de sonidos y no como la suma de muchos ejecutantes.

En octubre 1802 Beethoven dejó por escrito su dolor, temor y coraje, fortaleza y empuje ante la adversidad. Ante su sordera progresiva e irreversible, cuando pensó que su vida debía terminar, decidió sacar empeño y encontrar toda su potencia creativa y vital adentro de él. Aquí se inicia el segundo periodo que llega hasta 1814, aproximadamente. Es la época que los biógrafos han denominado como el periodo heroico. Algunas obras fundamentales poseen ese espíritu en el que Beethoven revela su concepción de la humanidad y muestra a los individuos como héroes de su propia existencia. Con sus sinfonías convoca a unos actos públicos en los se hermanan esas fuerzas capaces de transformar la historia y la sociedad. Hay un salto abrupto de la Segunda a la Tercera. Nada en la concepción orquestal o sinfónica de Beethoven había preparado el terreno. Con esa certeza aborreció a Napoleón y abrazó al héroe dentro de cada individuo.

Desde la Tercera hasta la Octava, todas compuestas y estrenadas dentro del periodo intermedio de Beethoven, las generaciones posteriores tomaron el modelo frente al cual se midieron de ahí en adelante las sinfonías. La Tercera supera la concepción orquestal que el propio Beethoven había ofrecido. Es claro que desde el comienzo de la obra todo apunta a una sensación de movimiento incesante que concluye lógica y racionalmente en el final de la sinfonía. No es que la música se silencie al final sino que la coherencia entre temas, motivos, ritmo, tonalidad, fraseo y emoción llegan a la conclusión que estaba predispuesta desde el inicio.

La Cuarta es una obra más reposada y cercana al espíritu de la Segunda. Esto puede ser consecuencia de haberle sido encargada por el conde von Oppersdorff, quien, tras escuchar una ejecución de la Segunda, ofreció a Beethoven buen dinero por una nueva sinfonía. La introducción lenta y pesarosa en el inicio de la obra antes de la explosión del alegro que constituye la verdadera emotividad del movimiento, junto con un apasionado y complejo manejo de las tonalidades menores, ponen de relieve que no se trata de un paso atrás.

Beethoven ya había comenzado a trabajar en la Quinta cuando compuso la anterior. La siguiente le tomo casi dos años en quedar concluida. Como observó E.T.A. Hoffmann, escritor, compositor y comentarista musical contemporáneo de Beethoven, uno de los rasgos sorprendentes de esta obra radica en la cantidad de elementos dispares que el compositor logró volver coherentes entre sí en relación con la estructura de cada movimiento, sumados al impulso que desde el arranque de la obra hace añorar la llegada del final con el que se cierra el ciclo energético propuesto desde el inicio.

Para la Sexta, la única de las sinfonías de Beethoven en más de cuatro movimientos, el compositor rompió un molde habitual relacionado con la música de espíritu pastoral. Aquí, Beethoven dotó a toda la obra de un carácter con el que expresa un ideal romántico como el amor por la naturaleza, expuesto mediante su descripción en música. Es, adicionalmente, una obra de tipo programático pues un texto escogido por el compositor guía la propuesta musical para cada movimiento.
I. Despertar de sentimientos de alegría con la llegada al campo
II. A la vera del arroyo
III. Alegre encuentro de la gente del campo
IV. Truenos. Tormenta
V. Canto del pastor. Sentimientos de alegría y gratitud tras la tormenta

En la Séptima, que guarda similitud en aspectos estructurales con la Tercera, regresa la potencia de la orquesta sinfónica con una fuerza renovada. Toda la obra está dotada de ese propósito de dirección hacia el fin que ya caracterizaba a su autor. La orquesta, sin embrago, es mucho más potente por el empleo de los vientos en un papel prominente, con un pulso marcado de los ritmos y por el manejo de un contrapunto enriquecido.

Resulta sorprendente que la Octava sea tan dulce y pacífica si se considera que es contemporánea de las turbulentas pasiones amorosas del compositor. Para ese momento Beethoven asumió que nunca podría amar a una mujer con quien formar una familia. Es la época en la que sus cartas a la Amada Inmortal dejan ver la altura de su pasión por una mujer casada y ponen punto final a cualquier posibilidad.

Cuando terminó la Novena, Beethoven se encontraba en su tercer periodo compositivo. Ya había perdido completamente el oído. Aquí, el compositor retomó el fragmento melódico de una canción temprana que había vuelto a emplear en la Fantasía Coral, obra para orquesta, piano solista y coro. Los méritos de esa melodía le reclamaban volverla a emplear, para hacer que revelara su inmenso potencial. Lo consiguió con el poema de Friedrich Schiller que el coro y solistas cantan en el movimiento final, conocido como la Oda a la Alegría. Allí, en medio de arduas exigencias técnicas y expresivas para solistas vocales y coro, la orquesta presenta un ritmo de marcha, ideal revolucionario de una humanidad que avanza hacia un mundo mejor.

El programa con las dos primeras sinfonías contiene igualmente las únicas romanzas para violín y orquesta de Beethoven. Son piezas contemporáneas de las sinfonías, cronológicamente compuestas en el orden inverso al de su publicación, es decir, la No. 2 escrita antes que la No. 1. Las obras tienen el tiempo lento, concentrado y dulce que la palabra romanza evocaba en su momento.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org