Cuando a Glinka le presentaron a Balakirev, el encuentro propició la formación de un grupo de compositores en torno al segundo que el escritor Stavov llamó El puñado poderoso.

Resulta difícil comprender que Borodin haya trabajado durante dieciocho años en su ópera Príncipe Ígor y que, al morir, la obra hubiera quedado inconclusa.